Industria de plásticos: ¿qué viene luego del fracaso en las negociaciones en la ONU?

La cadena de producción y consumo de los plásticos en el planeta entero debe replantear su curso, para poder evitar el impacto negativo ambiental.

Fuente: Portafolio

En los últimos años, el mundo entero ha venido en una búsqueda incesante para mitigar los impactos que los plásticos han tenido en el ambiente. A inicios de este mes, y durante 10 días, delegaciones de 185 Estados se reunieron con el objetivo de alcanzar el Tratado Global de Plásticos (también conocido como el tratado global contra la contaminación por plásticos) en Ginebra, tras tres años de negociaciones previas, pero sin éxito.

Así, la idea de tener un marco regulatorio que rija en el planeta cómo debería conducirse la industria del plástico (en toda su extensión, abarcando productores y consumidores), se vuelve cada vez más lejana. Para analizar las implicaciones de esta situación en el mundo entero, y poder entender lo que vendrá en el corto y mediano plazo, Portafolio consultó a varios expertos en esta materia.

Laura Reyes, directora Ejecutiva y asesora del Comité de Basura Cero de Naciones Unidas manifestó a Portafolio que, el hecho de que el Comité Intergubernamental no lograra un texto final y para un Tratado Global de Plásticos que abarque toda la cadena, implica que “el mundo aplaza, por ahora, la oportunidad de contar con un marco global y jurídicamente vinculante que ponga unos compromisos claros sobre la producción, el uso y la gestión del plástico a lo largo de todo su ciclo de vida. Sin embargo, creo que este tratado solo podrá generar un cambio real si incluye financiación clara, gobernanza efectiva y mecanismos de cumplimiento sólidos”.

En el caso de Colombia, la asesora de la ONU dijo que el país tiene una gran oportunidad de liderar en la región -si logra reglamentar su ley de plásticos de manera coherente con sus realidades territoriales y productivas-. “Nuestro llamado al Ministerio (de Ambiente) es a reglamentar de manera rápida, pero construida, entendiendo los retos de infraestructura, el contexto de informalidad y el total de las empresas impactadas, que necesitamos que transiten en conjunto”.

Reyes, quien también es directora de Cempre Colombia (una ONG con propósito ambiental), indicó que, desde dicha organización han impulsado la prevención, ecodiseño, reciclaje, reutilización y colaboración multisectorial a través de plataformas como el Pacto por los Plásticos Colombia y Red Reciclo a lo largo de los más de 15 años de trabajo.

“Necesitamos un tratado que no solo sea ambicioso en papel, sino posible y transformador en la práctica. Mientras tanto, la pregunta es inevitable: ¿qué estamos haciendo como empresas, como consumidores y como individuos para reducir nuestro impacto? El cambia empieza en las decisiones cotidianas y en lo más común. Cada acción, por pequeña que parezca, cuenta”, puntualizó Reyes.

Una crisis singular

Por su parte, Sandra Bautista, profesora de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas de la Universidad Central, Clúster de Investigación NBIC, y, Miembro de la red internacional TechTraPlastiCE, dijo a Portafolio que, la transición hacia una economía circular en el sector plástico enfrenta un doble obstáculo en América Latina, y particularmente en Colombia, que son: estructuras internas fragmentadas y una débil articulación internacional.

“Seguir creyendo que el reciclaje por sí solo resolverá la crisis plástica es una visión reduccionista e insuficiente. Sin acuerdos globales robustos, el país pierde acceso a cooperación técnica y financiamiento internacional, limitando la innovación y el fortalecimiento del trabajo de recicladores de base. Urge un enfoque sistémico que incluya reducción en la fuente, rediseño de productos y control efectivo de residuos, porque cada año de inacción significa más plástico en nuestros océanos, suelos y cuerpos humanos”, explicó la docente.

Para Bautista, el fracaso de las negociaciones por un tratado global contra la contaminación por plástico en Ginebra no sólo es diplomático, sino que, también, es una señal económica que prolonga la incertidumbre regulatoria en cadenas globales de valor.

“Este fracaso prolonga una crisis ambiental que ya desborda las capacidades de gestión a nivel mundial: producimos cerca de 400 millones de toneladas de plásticos al año y apenas ~9% se recicla; sin cambios, uso y residuos casi se triplicarán hacia 2060, con mayores costos ambientales y fiscales (PNUMA, 2024). Para Colombia—importador neto de resinas, pero con industria exportadora—esto implica competencia basada en insumos baratos, mientras municipios y recicladores de base siguen asumiendo costos”, añadió.

En el caso puntual de América Latina y Colombia, las implicaciones son crítica afirma la experta de la UCentral. “En nuestro país, las importaciones de plásticos triplican las exportaciones, lo que genera una creciente dependencia de resinas y productos plásticos y sobrecarga los sistemas locales de gestión de residuos. Sin un tratado global, se limita además el acceso a cooperación técnica y financiamiento internacional, esenciales para innovar en economía circular, desarrollar tecnologías de valorización y fortalecer el trabajo de los recicladores de base. Persistir en la idea de que el reciclaje por sí solo resolverá la crisis es, en palabras claras, una visión reduccionista y técnicamente insuficiente”.

Reducción, rediseño y sustitución

Por ello, fue enfática en que Colombia requiere transitar hacia un enfoque sistémico que incluya reducción en la fuente, rediseño de productos, sustitución de materiales, responsabilidad extendida del productor y control de flujos transfronterizos de residuos plásticos. En el país y la región, múltiples actores —desde gremios industriales y asociaciones de recicladores hasta entidades gubernamentales, ONG y universidades— “han impulsado estrategias para mejorar la gestión de plásticos. Sin embargo, estos esfuerzos se ven limitados por la falta de coordinación interinstitucional, una débil articulación con la cooperación internacional y la persistencia de enfoques centrados exclusivamente en el reciclaje, sin atender la urgencia de reducir y rediseñar la producción de plásticos desde su origen”.

Desde la academia, y, como parte de la red europea-latinoamericana TechTraPlastiCE, la Universidad Central, “fortalece las capacidades de las universidades para la transferencia de conocimiento que catalice la transición hacia sistemas de producción y consumo más sostenibles en el sector plástico. Estos esfuerzos demuestran que es posible construir soluciones basadas en ciencia, cooperación internacional y participación de múltiples actores”, destacó la experta.

Además, fue enfática en que el mundo no puede permitirse esperar a la próxima ronda de negociaciones para actuar. “Cada año perdido implica más plásticos en océanos, suelos y cuerpos humanos. La urgencia es ahora, y la inacción tiene un costo ambiental, social y económico que ningún país puede asumir”.

Los logros del pasado demuestran que es posible avanzar

A su turno, Bart van Hoof, profesor de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, investigador en sostenibilidad ambiental y economía circular, y experto en políticas públicas ambientales, explicó a Portafolio que los tratados globales son importantes para impulsar y escalar cambios estructurales que hacen parte de la transición de la sociedad hacia un mundo más sostenible y adaptado al cambio climático.

A partir de los tratados globales, los países innovan sus políticas públicas, incluyendo la normatividad a cumplir por las empresas y consumidores. “Ejemplos se muestran en los tratados globales como la disminución de sustancias toxicas, la protección de la biodiversidad, y los límites al cambio climático acordados en el tratado de París. Los tratados globales abren nuevos mercados con oportunidades de negocios, e invitan a empresas adelantar innovaciones de sus procesos y productos, y enseñan a los consumidores de apropiarse de nuevos lenguajes y cultura de consumo”, señaló el experto de Uniandes.

En ese sentido, añadió que, entre las grandes tendencias globales para la sostenibilidad, el cambio en el uso de plásticos de un solo uso es una prioridad. Esto se debe “a la corta vida útil del material aplicado principalmente en empaques y envases, que son desechados por los consumidores en todo el mundo. La gran mayoría de estos empaques plásticos terminan en las basuras domésticas y, en el peor de los casos, quedan botados y dispersados en el mar. Generan contaminación visual y afectación a los ecosistemas porque tardan décadas para descomponerse. Solo algunos casos de los plásticos, como el PET para botellas, los materiales son valorados y utilizados en ciclos circulares o aprovechados como fuentes energéticos”.

Así las cosas, el hecho de no lograr un acuerdo global para cambiar la lógica del mercado de los plásticos de un solo uso, “muestra una resistencia a la innovación del sector de plásticos y su fuerte lobby política por mantenerse el estatus quo. También demuestra un fragmentación entre los países, para anticipar el cambio climático evidente. No impulsar los cambios estructurales, o aplazarlos, implica que los impactos negativos de contaminación y afectación son más severos”, afirmó van Hoof.

“La evidencia científica que respalda los riesgos e impactos negativos existe y es contundente. La población global sigue creciendo, el consumo por cápita también, así la generación de residuos de los plásticos de un solo uso aplicados en los empaques y envases también!! Lograr acuerdos sobre la temática, no corresponde a alguna ideológica o capricho, es una necesidad emergente”, puntualizó el experto de Uniandes.

Por otra parte, Iván Vargas Chave, profesor de la Maestría en Derecho Ambiental y Sostenibilidad y de la Especialización en Derecho del Medio Ambiente de Utadeo, habló a Portafolio sobre la postura nacional y aseveró que Colombia llegó a las negociaciones con una postura clara y contundente: era indispensable un tratado que incluyera límites a la producción de plástico virgen.

Para Vargas, esta posición no es casual. El país, con su inmensa biodiversidad y sus dos costas oceánicas, “sufre de manera desproporcionada los estragos de la contaminación. Playas turísticas en Cartagena se cubren de microplásticos, ecosistemas de manglares vitales para la protección costera se asfixian, y la fauna de la Amazonía y los páramos lo ingieren”.

La ‘geopolítica del poder’

En concreto, lo que se vivió en Ginebra fue una “clase magistral sobre la geopolítica del poder. Un grupo de naciones ricas, junto a más de 140 lobistas de la industria de los combustibles fósiles, lograron bloquear cualquier intento de frenar la producción. Su argumento de centrarse solo en el manejo de residuos al final del ciclo de vida es una estrategia perversa que beneficia a los productores y condena al Sur Global”.

De acuerdo con Vargas, este fenómeno “tiene un nombre: colonialismo de residuos. Durante décadas, los países del Norte han exportado sus desechos plásticos, a menudo etiquetados fraudulentamente como ‘materiales para reciclar’, a naciones de Asia, África y América Latina. Estos países, con una infraestructura de gestión de residuos ya sobrecargada, se convierten en los vertederos del mundo desarrollado”.

La falta de un tratado vinculante legitima esta práctica. Sin reglas globales claras sobre la responsabilidad extendida del productor y el comercio transfronterizo de residuos, los contenedores de basura plástica seguirán fluyendo de norte a sur. Pero, explicó que esto no es solo un problema logístico, sino que “es una profunda injusticia. Impone a las comunidades más pobres la carga sanitaria y ambiental de la sobreproducción de las más ricas. Los ríos contaminados, los vertederos a cielo abierto y el humo tóxico de la quema de plásticos son el rostro visible de esta desigualdad sistémica”.

Para Colombia y el Sur Global, manifestó Vargas, el fracaso en Ginebra no es un llamado a la rendición, sino a la acción redoblada desde lo local y regional. La estrategia ahora debe ser:

Fortalecer los Frentes Nacionales y Regionales: Implementar con rigor leyes como la colombiana y forjar alianzas con países vecinos en América Latina para crear bloques regulatorios regionales que armonicen prohibiciones y estándares.

Empoderar a los Actores Locales: Formalizar, proteger e integrar a los recicladores de oficio en el corazón de la política de economía circular. Su trabajo no es solo ambiental, es social y debe ser reconocido como tal.

Exigir Responsabilidad Corporativa: Aumentar la presión sobre las corporaciones multinacionales de bienes de consumo para que rediseñen sus empaques y financien sistemas de recolección y reciclaje en los países donde operan.

Dicho lo anterior, el experto de Utadeo afirmó que la batalla que se perdió en Ginebra no fue solo sobre polímeros y tasas de reciclaje. “Fue una batalla sobre equidad, responsabilidad histórica y el derecho de todas las comunidades a un medio ambiente sano. Para Colombia y sus pares del Sur Global, la marea de plástico es también una marea de injusticia. La lucha para contenerla debe librarse no solo en las playas y los ríos, sino en los foros donde se define el futuro del planeta, exigiendo que, por una vez, la balanza se incline a favor de la justicia”, sostuvo.

VALENTINA DELGADILLO ABELLO
Periodista de Portafolio

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